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"Buscará, una vez más, lo imposible. Nada le conviene tanto como desplazarse de nuevo hacia lo extranjero, porque sólo así podrá ir acercándose al centro del mundo que busca. Un centro sentimental, en la línea del viajero de un libro de Laurence Sterne. Necesita ser un viajero sentimental, ir a países de habla inglesa, donde pueda recuperar la extrañeza ante las cosas. Necesita ir a un lugar en el que pueda recuperar el sentimiento vehemente de la euforia. Necesita dar el salto inglés".
Enrique Vila-Matas. Dublinesca.

martes, 29 de junio de 2010

Día 0. Declaración de intenciones.

Estaba decidido. No le quedaba más remedio que aceptar la invitación de dos viejos colegas, Javier y Julio, letraheridos como él. Viajarían juntos a Londres y Oxford. Al fin y al cabo, llevaba semanas tratando de desprenderse de la pátina de realidad que había caído sobre sus hombros como un manto de nieve sucia. Necesitaba ligereza, dejar atrás la pesadez del mundo, dar el salto inglés a la manera de Riba en "Dublinesca", tomar impulso y ágilmente caer del otro lado, del lado del entusiasmo que en otro tiempo fuera su santo y seña.

Ya conocía Londres pero Londres siempre reserva más de un misterio en cada visita: tal vez se atrevieran a explorar los bajos fondos en busca de Powers, Moore, Wilde, Conrad o Stevenson; o quizá fueran directos (si tal cosa es posible) a la encrucijada con Meanwhile City. Y qué decir de Oxford. Un lugar sin tiempo, anclado en la niebla, resultaba perfecto para conjurar el presente. Bien podrían allí celebrar toda clase de funerales, que para los anglosajones no representan tristeza sino jolgorio: funerales por todas las almas y en especial por la del fantasma furtivo de Javier Marías; funerales por Tolkien y su círculo de Inklings, bajo la enseña del Eagle & Child, que vendría a ser lo mismo que oficiar exequias en honor del siempre moribundo pero superviviente Conciliábulo; funerales por su manera común de entender la vida, por el mito compartido de la literatura, en suma.