cita

"Buscará, una vez más, lo imposible. Nada le conviene tanto como desplazarse de nuevo hacia lo extranjero, porque sólo así podrá ir acercándose al centro del mundo que busca. Un centro sentimental, en la línea del viajero de un libro de Laurence Sterne. Necesita ser un viajero sentimental, ir a países de habla inglesa, donde pueda recuperar la extrañeza ante las cosas. Necesita ir a un lugar en el que pueda recuperar el sentimiento vehemente de la euforia. Necesita dar el salto inglés".
Enrique Vila-Matas. Dublinesca.

domingo, 1 de agosto de 2010

Carta abierta a mis compañeros de viaje

El viajero invisible no lo ha sido tanto, no en este viaje. Acompañado permanentemente por dos pares de ojos que lo retenían implacables a este lado de la realidad (o de la literatura), no ha podido desvanecerse como le gusta, teniendo que resignarse a ser visible, en ocasiones incluso audible (ya sea a base de carcajadas o de ronquidos), alejándose de las cualidades del fantasma a la que es tan afecto. En cambio ha tenido que encarnarse continuamente en sí mismo, lo cual no es desagradable per se, y menos cuando se comparten confesiones con nombre de mujer con los mejores amigos frente a una pinta de London Pride. Simplemente, si el viaje da al viajero la oportunidad de olvidarse de sí mismo, de ser apenas sombra proyectándose delicadísima sobre los escenarios ajenos, este viaje no ha podido cumplir esa función venerable para el yo siempre a la fuga. El viajero invisible, sencillamente, no ha podido ponerse de largo.

Lo que sí ha hecho el viajero invisible es poner a prueba su condición de tal (de viajero, no de invisible) casi a cada momento, y, sobre todo (como predecía hace ya demasiados años cierto ominoso contable) en los desplazamientos. En ocasiones, ha sentido que todo el mundo a su alrededor estaba más convencido de su rol de viajero que él mismo. Otras veces, se ha sentido (prematuramente) avejentado. Las más de las veces ha reconocido moverse en territorios fundamentalmente ajenos, que sólo brevemente, sólo a la llegada, le hacían nacer la vieja chispa del deseo de extranjerizarse, encontrarse a sí mismo en los lugares que pertenecen a los otros. Así, se ha desplazado con un cierto escepticismo por dichos lugares, mirándolos fundamentalmente desde fuera, sin el viejo y caro anhelo de, algún día, llegar a habitarlos.

El viajero invisible, asimismo, se ha movido a trompicones en el territorio resbaladizo de un mito ajeno. Ha sido literalmente arrastrado por los escenarios que componían la urdimbre mítico-sentimental de otro de los viajeros (llamémosle el viajero aguerrido). Si bien reconoce la generosidad con que dicho viajero ha aleccionado a sus -a menudo renuentes- acólitos en los meandros de dicha mitología literaria (y lo jugoso y sustancial de tal mitología en sí), también ha echado de menos que alguien, quizá él mismo, ayudado por una pausa y un sosiego que no han sabido o querido buscar, estableciera lazos entre dicha mitología y la propia de este grupo de viajeros letraheridos inopinadamente reencontrados en tierras británicas. Que alguien, como anunció, celebrara funerales por conciliábulos que nunca mueren, y hablara con la voz de un grupo, no la suya propia, de futuros imposibles donde seguir (no) escribiendo juntos. Seguramente ha sido la velocidad del paso, la necesidad de coleccionar estampas y recuerdos la que lo ha impedido, pero al viajero invisible le queda la sensación de oportunidad perdida: la de refundar en tierras lejanas lo que tantas veces fue, lo que siempre unió.

A cambio, debe reconocerlo, ha disfrutado de unos días entrañables llenos de risas y jolgorio con sus mejores amigos, conociendo dos ciudades dignas de ser visitadas. No es poco botín...

3 comentarios:

  1. Bien bien, me alegra que abras el fuego porque llevaba yo estos días tratando de encontrar ocasión para relatar el viaje más allá de las fotos y el siempre facilón caralibro, y esto me incita a ponerme manos a la obra.

    Aparte de la contestación más obvia a tus cuitas (la cual vendría a ser: si quieres hacer algo, hazlo tú mismo), reconozco que se me pasó por alto el asunto de los funerales, aunque en realidad era más retórica que otra cosa. La conexión Conciliábulo-Inklings no hace falta explicarla, me parece, y tal vez tuvimos que haber tirado más de ese hilo.

    Hubo, en cualquier caso, una cierta predominancia de realidad sobre deseo (!), por mor de tanto desplazamiento y del cansancio rápidamente acumulado. Sin embargo, bien puede ser a posteriori, a la hora de hacer balance (y literatura) de todo ello, cuando consigamos redondear la faena...

    Fdo: el estibador aguerrido.

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  2. He de reconocer la dificultad que he tenido en este viaje para alejarme de mi realidad cotidiana pacense. Había dejado demasiadas cosas pendientes en el pueblo y por más que recorriese lugares antaño míticos para mi, no podía desconectar de esa pequeña casa en el Casco Antiguo, de sus visitantes frecuentes y de las tareas pendientes en el despacho. Por culpa de esto, no pude sacar a pasear mi aspecto Inklink (yo también lo tengo, no es cosa solo de Agustín) y no os ayudé a hacer mitología. No obstante, viendo el viaje con unas semanas de distancia, valoro los buenos momentos pasados juntos, en esos pubs, en esos hostales para veinteañeros, ¡en esas barcas a pedales!, etc Como viaje real de tres tipos solteros de treinta y tantos años no ha estado nada mal. Como viaje de tres letraheridos ha andado más escaso. Pero, a estas alturas, ¿en cual de las dos categorías nos vemos más reflejados?

    Saludos desde la cotidianeidad.

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  3. Terrible conclusión esa, si ha de ganarnos el peso de la cotidianeidad. Verdaderamente mi intención era alzar el vuelo en este viaje, ya sabéis, dar el salto inglés y caer del otro lado. Se consiguió a ratos (en especial a priori, planeando la ruta y trazando este blog), y a más ratos fue como dice Javi un "viaje real de tres tipos solteros de treinta y tantos". Quizá, insisto, sea cuestión de dar una nueva pirueta literaria y narrarnos esto a nuestro antojo. Parafraseando a Julio: "si baja el nivel de tus viajes, aumenta el nivel de tus crónicas".

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